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La Flora de Tenerife

La flora tinerfeña tiene relación directa con el entorno atlántico inmediato, como son el resto del archipiélago, Madeira, Azores, Cabo Verde e Islas Salvajes, y con determinadas áreas de la costa noroccidental africana, que forman parte de la Región Macaronésica. La isla de Tenerife es la de mayor variedad climática del archipiélago, y esto influye en la riqueza de su flora. Posee una flora local con muchos endemismos (unas 200 especies endémicas de Canarias y unas 150 exclusivas de la propia isla), organizados según la variación de  temperatura y humedad que se produce con la altitud, determinando una sucesión de diferentes pisos bioclimáticos a cuyas condiciones ambientales se han adaptado las especies.


Las zonas más bajas de la geografía insular quedan marcadas por la elevada salinidad fruto de la cercanía al mar, altas temperaturas y escasas lluvias, lo que favorece la presencia de especies de bajas exigencias ambientales, como tomillo marino (Frankenia ericifolia),  lechuga de mar (Astydamia latifolia), piña de mar (Atractylis preauxiana), salado (Schizogyne sericea), siempreviva (Limonium pectinatum) o perejil de mar (Crithmum maritimum). Cuando la influencia de las salpicaduras del agua salada disminuye, aparece el cardonal-tabaibal, primero con presencia de tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera), con mayores apetencias salinas y, lejos de la influencia marina, cardones (Euphorbia canariensis), tabaibas amargas (Euphorbia lamarckii) y cornicales (Periploca laevigata). También abundan magarzas o margaritas (Argyranthemum frutescens), verodes (Kleinia neriifolia), balos (Plocama pendula) y matorrisco (Lavandula canariensis).


A medida que la humedad aumenta y las temperaturas se suavizan al ganar altura, se desarrollan especies con porte arbóreo, adaptadas a la sequedad y gran insolación. Este piso de transición está compuesto por árboles como la palmera canaria (Phoenix canariensis), drago (Dracanea draco), sabina (Juniperus turbinata), acebuche (Olea europaea) o almácigo (Pistacia atlantica), acompañados por un cortejo florístico que depende de las condiciones  ambientales locales (magarzas, cerrajas, chahorras, tajinastes, siemprevivas, sayones).


La laurisilva se desarrolla gracias a la humedad, sombra y frescura que le aporta el mar de nubes. Se trata de un bosque denso con gran biodiversidad y endemismos, caracterizado por arboles como laureles (Laurus novocanariensis), brezos (Erica arborea), fayas (Myrica faya), acebiños (Ilex canariensis), mocanes (Visnea mocanera), adernos (Heberdenia excelsa) palo blanco (Picconia excelsa), barbusanos (Apollonias barbujana), tilos (Ocotea foetens) y muchos otros, que son acompañados por un sotobosque de bicacaros (Canarina canariensis), corregüela (Convolvulus canariensis), cresta de gallo (Isoplexis canariensis), poleo de monte (Bystropogon canariensis), numerosos briófitos (musgos y líquenes) y helechos.


A cotas superiores, el mar de nubes no deja sentir su efecto y las diferencias térmicas entre invierno y verano, junto a la escasez de lluvias, convierten al pino canario (Pinus canariensis) en la especie dominante de los bosques insulares más extensos, caracterizado por una riqueza florística baja, con arbustos como jaguarzos (Cistus monspeliensis), jaras (Cistus simphytifolius), escobones (Chamaecytisus proliferus), tajinastes (Echium virescens) o codesos (Adenocarpus foliolosus).


En las zonas de cumbre domina un matorral  de retamas (Spartocytosus supranubius) y codesos (Adenocarpus viscosus), adaptados a la alta montaña y con una gran presencia de endemismos, destacando la hierba pajonera (Descuraina bourgaeana), el alhelí del Teide (Erysimum scoparium), el tajinaste rojo (Echium wildpretii) y la violeta del Teide (Viola cheiranthifolia).
La existencia de ecosistemas singulares ha permitido a la flora desarrollar un alto grado de endemicidad. Destacan las comunidades rupícolas con árboles como cedros (Juniperus cedrus), arbustos y herbáceas (tajinastes, sayones, bejeques, cerrajas, siemprevivas) y las comunidades vinculadas a las corrientes de agua, como los sauces canarios (Salix canariensis), que forman los bosques de ribera.

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Pinar de la Esperanza
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